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martes, 6 de octubre de 2009

De México para Mercedes


Alejandra es de México, autora del blog Canto en Flor y me regaló estas letras que hablan de la vigilia de esa noche dónde amorosamente me acompañaba, de aquella inolvidable luna y la partida de Mercedes cuando empezaban a cantar los zorzales.
Gracias!!


Mercedes...

En la noche
llena de luna,
se humedecen tus manos,
octubre pronunció el conjuro,
describió el itinerario de tu partida,
nadie sabe
que hicimos
el silencio en la vigilia,
para guardar tu canto,
tu palabra, tu vida.

Llegó la luz del alba,
zorzales anunciaron
tu partida,
y acudiste a la cita pronto,
caminando hacia la luz,
hacia la inmensidad del azul,
dejándonos aquí,
respirando el aire,
de América,
tu América,
dibujada en el espejo
de tu tiempo, tu sangre,
tu voz...


Mercedes Sosa...

Estrella,
guía,
paloma,
rosa roja,
semilla,
puño,
canto,
voz.

Mercedes Sosa...

mujer,
palabra fuego,
verso,
plenitud,
escencia,
Universalidad.

Serás del aire, como eres
de la voz que marca la palabra,
que tu piel morena encierra,
voz, lucha, canto, libertad!



Canto en Flor
( K'AAY - NIKTE' )
México

Su página:

http://cantoenflor.blogspot.com/

viernes, 17 de julio de 2009

LA CANDELARIA

Jaime Dávalos,
-Salta- (1921 – 1981)


Con otro salteño, Eduardo Falú, dieron vida a la "Zamba de La Candelaria"-Una de las piezas más queridas del folklore nacional.
Letra: Jaime Dávalos - Música: Eduardo Falú

En sus escritos, cuenta Don Jaime Dávalos como nació esta zamba

"...Nació una zamba, una tarde, de esas que se yapan con el alba, en lo de Poncho Marrupe; en la vieja casa de la finca La Candelaria, delicioso paraje del Valle de Lerma, sobre las regueras del Río de Arias, allá... entre algarrobos y talares, tuscas y sauces playeros; donde en la umbría del monte se oye el moroso canto del zorzal en contrapunto con el isócrono lamento del crespín."

"Ahí, protegidos por la hospitalidad frondosa del Poncho Marrupe, nos reuníamos 'los locos', título nobiliario con que la gente convencional distinguía tradicionalmente a los Dávalos y con que excomulgó a todo ser que hubiera resuelto vivir auténticamente: desatando el indio que todos llevamos puesto; haciéndose 'la rabona' de los moldes rígidos que proponen los descubridores del agujero del mate; gozando la dolce vita, el happening, que al fin de cuentas no son más que nombres nuevos de viejas actitudes mágicas del hombre para espantar la mala suerte y promover la felicidad representándola. Hoy como ayer la juventud es loca... ¡Dios nos libre de que sea de otra manera! "

"Nuestro Poncho auspiciaba guitarreadas amistosas, sostenidas hasta el último canto del gallo y más allá, si la sed de los 'quemadores' no amainaba.
Salta sobrevivía los últimos esplendores de la moneda en la generosa disposición para el agasajo que tenía la gente. Todavía el oro de un 'canario' estaba respaldado por el de las minas, y si uno cometía la 'restacuerada' de sacar un billete de cien corría el riesgo de ser aplastado por la multitud. A Marrupe no le faltaban novillos gordos y voluntad para un aparte si se ofrecía carnear para hacer una güatia, y remendar los estómagos sin fondo de la poesía o la música, mientras, sábado a sábado, los amigos le ayudaran a sobrellevar el tedio de la vida y la angustia de los atardeceres en el campo, ese crimen horizontal del día."

"Somos nuestro antepasado. Los antiguos, que no tomaban tan superficialmente ningún hecho por simple que pareciera, veían en el crepúsculo la partida del sol con la pavorosa sospecha de que pudiese no volver más. Los días con su fugacidad tentaban el corazón a ver en ellos una representación, un aviso de los dioses, queriéndonos alertar contra la ilusión ingenua de eternidad con que suele embriagarnos la luz del pleno día. Tal vez nosotros, en nuestras cacharpayas, estamos repitiendo inconscientemente un acto religioso, viejo como nuestra sangre. Cuando encendemos el fuego del fogón criollo, estamos encendiendo el mismo fuego en que se calentaron las manos los artífices del sílice y el hueso, o ante el que bailaron para encantar al sol los sacerdotes del incario. En una de esas cacharpayas, de esas despedidas tradicionales, nació la música de esta zamba. Sin saberlo, con ella Poncho Marrupe, Eduardo y Arturo se despedían de la edad de oro de la sangre, cuando el canto es un hacer comunitario en el que sin prevenciones inhibitorias, se unen los hombres a través de siglos de intemperie y olvido."

"Yo no había concurrido aquella vez a la fiesta. Era un ser hosco, melancólico y hasta molesto por mi afán de llevarlo todo a la prueba del absoluto. Eduardo y Arturo llegaron amanecidos a mi habitación, me zamarrearon, me sacaron el colchón a tirones -yo seguía durmiendo-, ya de marido de mi colchón. Al fin me despertaron y cuando me 'salamerió' Arturo (ese gran corazón) como para que le disculpara la violencia del método, nos fuimos al fondo de la casa, al cuarto de planchar, ese que siempre huele a trapo quemado, y ahí, sobre un papel de estraza en que Hernán, mi hermano menor, había traído envueltas unas rodajas de mortadela y pan, borroneé los primeros versos de la letra de aquella canción en que también nosotros nos construíamos con los ojos mojados de llanto y cantando hasta que guitarras, voces, brindis, apretones de manos, abrazos y besos..., la embriaguez ancestral de la fraternidad, demolieran los tímpanos, el silencio, los muros del cuartucho."

"La canción corrió hacia el pueblo cargada con la fuerza de lo que en ella apenas pudimos balbucir. Anduvo en boliches, peñas, despedidas y churrasqueadas visitando la reunión humana, en busca de bocas que le digan como una fórmula mágica para crear comunicación. Yo estaba en los Valles Calchaquíes, trabajando con mi amigo Juan José Coll una finquita en que pensábamos poner viñas. Un día me llega una carta de Falú: me pide que registre la canción, que le corrija la segunda estrofa porque en ella lo nombro a Marrupe y éste dice que 'le estamos haciendo fama de fiestero' en todo el país. Ante mi silencio, Eduardo Falú, que quiere grabarla, le cambia la segunda copla y le pone:

La acunaron esos ríos...

que murmuran al pasar,

y el viento de los inviernos

le dio la tristeza que la hace llorar.

Disculpen, lectores amigos, sólo estoy haciendo crónica, cosas que pasaron digo, sin pretensión de hacer literatura y con la cordial intención de crearles un clima para oírlo a Eduardo decir la Zamba de La Candelaria".

(Jaime Dávalos, Cancionero, 1980.)

La copla original decía así:

"En lo de Poncho Marrupe...
déle tomar y obligar,
se nos va alegrando el vino
cantando esta zamba, La Candelaria. "



Zamba de la candelaria
Estilo: Zamba
Autor : Jaime Dávalos
Música: Eduardo Falú


Nació esta zamba en la tarde
cerrando ya la oración
cuando la luna lloraba
astillas de plata, la muerte del sol.

La cunaron esos ríos
que murmuran al pasar
y el viento de los inviernos
le dio tristeza que la hace llorar.

Estribillo:
Cuando madure la noche
zumo de mi soledad
Se ha de alegrar el camino
zambita nochera, la candelaria.

Que se duerma la guitarra
hueca de voces que van
sacando a flor de tierra
recuerdos queridos que no volverán.

Zamba de la Candelaria
que cuando amanezca irá,
rejuntando estrellas altas
los ojos que me hacen a mi trasnochar.




Libros:
"Rastro Seco" (poemas Salta, 1944),
"El Nombrador" (poemas y canciones. Bs. As- 1957. Dos ediciones)
"Toro viene el río" (relatos, Bs As., 1959
"Coplas y canciones" (Bs. As. 1959)

Jaime Dávalos fue autor de más de cien piezas musicales, en su mayoría zambas y canciones norteñas, dedicadas al hombre y al paisaje de su tierra:

Zamba de la Candelaria, Zamba de un triste, Vidala del nombrador, Hacia la ausencia, Zamba de los mineros, La nochera, Tonada del viejo amor, Por la Huella del canto, Alborada del viento, Zamba de San Juan, La angaquera, Tiempo dorado, La verderrama (cueca), Canción del jangadero, Trago de sombra, Pato sirirí, La golondrina, Zamba enamorada, Vamos a la Zafra, entre otras.

Hijo de Juan Carlos Dávalos, miembro de la Academia Argentina de Letras.

Padre de Julia Elena Dávalos, "la voz femenina del folklore".


Imágenes y datos tomados de Internet

miércoles, 29 de abril de 2009

El indio Patoruzú

De-Dante Quinterno -





El indio Patoruzú, irascible, incorruptible y noble, creado por Dante Quinterno en 1928, es uno de los personajes más importantes e influyentes de la historieta argentina.




"UPA EN APUROS"




El 20 de noviembre de 1942 se estrenó en el cine Ambassador el cortometraje de 15 minutos de duración, "Upa en apuros".






EL INDIO PATORUZÚ

Nacido como secundario en dos tiras cómicas de corta vida, el cacique Patoruzú —el último de los tehuelches, a los que los conquistadores españoles habían visto en su momento como gigantes dotados de fuerza prodigiosa— obtuvo en poco tiempo su propia historieta, que daría origen a la revista homónima, uno de los grandes hitos del humor gráfico en Argentina. Quinterno dibujó historias originales intermitentemente durante casi cuarenta años, y las reimpresiones fueron numerosas. Desde los años '40 y años '50 se transformó en uno de los íconos de la cultura popular argentina.

La identidad de Patoruzú sufrió varios retoques durante los primeros años. Comenzó como un personaje humilde, taciturno e ignorante, a cargo de un tutor porteño de más educación; las historietas iniciales emplearon este contraste para destacar la paralela diferencia de actitudes entre el malicioso tutor, que daría eventualmente lugar a otro personaje duradero, Isidoro Cañones, y el bondadoso e ingenuo indio. Sin perder la esquemática contraposición moral, Quinterno retocaría posteriormente la historia, transformando a Patoruzú en un poderoso aunque benévolo estanciero. Su generosidad con el dinero y la avaricia de los malvados sería las más de las veces el eje de la dinámica de las historias. Desde el comienzo contó con una fuerza prodigiosa, que se complementaría en el transcurso de su evolución con otros sentidos y habilidades sobrehumanos, en especial la fiereza y el olfato.

Dante Quinterno introdujo por primera vez al futuro Patoruzú en una tira publicada en el diario Crítica, llamada Las Aventuras de Don Gil Contento, anteriormente Un porteño optimista, cuyo protagonista era el personaje homónimo; Quinterno había anunciado su llegada durante dos días mediante avisos publicados junto a la tira, que rezaban Don Gil Contento adoptará al indio Curugua-Curiguagüigua. El director del diario, Carlos Muzio Sáenz Peña, parece haber sido quien le sugirió que cambiara el nombre por otro más eufónico; su comentario de que debía ser algo criollo y pegadizo, como la pasta de oruzú (un dulce popular en la época) dio origen al nombre definitivo. En la tira, el cambio lo explicó el mismo Gil Contento, quien dijo a Patoruzú que lo rebautizaría "porque su nombre le descoyuntaba las mandíbulas".

En la que sería la única aparición de Patoruzú en Crítica, éste llegaba de la Patagonia acompañado de un ñandú, Carmela; la presencia en Buenos Aires del "último de los tehuelches gigantes" se explicaba por la defunción de su tutor y patrón, el tío de Don Gil, quien lo cedía a título póstumo a éste. Poco pudo desarrollarse de la historia, dado lo efímero de la tira, pero este primer episodio anticipaba mucho de la trama venidera. Patoruzú era ya idiosincrático, ingenuo y noble; Don Gil dedica la mayor parte de las 17 viñetas de este primer número a explicarle el funcionamiento de la luz eléctrica, el transporte público y los modales en la mesa, pero —al enterarse de que Patoruzú posee, además de su mascota, una bolsa con monedas de oro— intenta quedarse con ellas, explicándole que en Buenos Aires "no sirven para nada". Fallido su intento, se lamenta de que el oro esté en manos de semejante ignorante; anticipa así las andanzas de Isidoro Cañones, padrino del indio en su versión definitiva, que constantemente intenta aprovechar la generosidad de éste para financiar sus juergas.



Don Julián de Monte Pío
Tras su alejamiento de Crítica, Quinterno dejó de lado por un tiempo el personaje del indio, y retomó la figura del porteño tramposo, fanfarrón y aprovechador con Julián de Montepío, un playboy de buena vida y fondos perpetuamente insuficientes, a quien acompañaron su novia (Lolita) y un valet (Cocoa) durante un par de años en la última página de La Razón. En septiembre de 1930 retoma, repitiéndola casi cuadro por cuadro, la historia de Patoruzú y Don Gil; el indio viene ahora a Buenos Aires enviado por el difunto Rudecindo, tío de Julián, y nuevamente en compañía de un ñandú. Cambia el sexo de éste —ahora es macho, y se apellida "Lorenzo"—, pero sobre todo la identidad de su amo; Patoruzú, aunque tutelado por Rudecindo, era el último vástago de los caciques tehuelches, y fabulosamente rico. Una carta de su tío explica la situación a Julián:

[...] un indio güenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa' que lo sigas apadrinando... Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata.
Porta su fortuna en forma de pepitas de oro, que suscitan la codicia de Julián y desarrollan una trama casi idéntica a la original. Esta vez, el encargado de proteger a Patoruzú de la maldad de su padrino es un peón de la estancia, aparecido imprevistamente, que le explica la treta de Julián, quien le había hecho creer que las pepitas estaban embrujadas.

La historieta tuvo mejor fortuna que su predecesora, y Patoruzú formaría parte del elenco de Julián... durante más de un año, cobrando cada vez más protagonismo. El 11 de diciembre de 1931 pasa a encabezar la tira, que cambia de nombre. Aún no es el Patoruzú que pasará a la historia; ya no lo acompaña Lorenzo, que perdió la vida asado accidentalmente en una rotisería, pero su figura sigue aproximándose más a la gruesa y desgarbada de las primeras imágenes que al delgado y erguido indio de años posteriores.

CUESTIONES DE DERECHOS

En 1933 Quinterno viajó a los Estados Unidos por negocios; trabó contacto con los Estudios Disney, con los que colaboraría más tarde, y conoció el sistema de sindicación de los dibujantes que dominaba el mercado estadounidense de tiras diarias. Esto lo movió a fundar su propio sindicato, con la intención de proteger a Patoruzú y la otra tira que desarrollaba paralelamente, Isidoro Batacazo, las desventuras de un tímido empleado de oficina aficionado a las carreras de caballos, que acompañaba las páginas de hípica del diario El Mundo. La Razón no vio de buen grado las exigencias de Quinterno sobre la propiedad intelectual de sus obras; en diciembre de 1935 éste abandonó la publicación, llevando a Patoruzú a las páginas de El Mundo. Quedaban sólo las tiras viejas de Julián de Montepío reimprimiéndose en La Razón como único recuerdo.

Patoruzú desplazó a Isidoro, pero el ingenio de Quinterno recuperó la figura de éste, combinándola con Julián y dando así origen a otro de sus personajes más duraderos. A través de Isidoro, Quinterno reelaboró por segunda y última vez el origen del indio; éste aparece como espectador en el circo que dirige Isidoro, y provoca una enorme conmoción al vencer con su fuerza sobrenatural al luchador gitano Juaniyo.
ISIDORO —aprovechador y bon vivant, pero noble en el fondo— se encariña con el indio y lo apadrina. La historia cambiaría así de carácter, apartándose del humor autocontenido para desarrollar historias seriadas a través de múltiples episodios. La fisonomía de Patoruzú se consolida, y comienzan a aparecer otras figuras recurrentes;
en 1937 se revela su carácter de poderoso estanciero cuando el encargado de sus posesiones, Ñancul, se acerca a Buenos Aires para notificarle las andanzas de Upa, su hermano menor, un coloso deforme y de pocas luces. Al año siguiente se vería por primera vez a Pampero, su feroz caballo, cuya doma insumió a Patoruzú dos días con sus noches, y a la malhumorada y autoritaria Chacha, ama de crianza de Patoruzú, que comparte con Ñancul la administración de las posesiones del indio. A esta altura Isidoro ya había obtenido su apellido, Cañones, y su tío, el coronel, un aristócrata conservador y reticente.

Para 1936 la popularidad de la tira era inmensa. Se publicaron los primeros números en color en el semanario Mundo Argentino, que le dedicaba una página en cada número, y numerosos periódicos del interior del país comenzaron a publicar la serie. Una nueva revista se centró en la figura del cacique: el semanario humorístico epónimo, aparecido por primera vez el 12 de noviembre de ese año; comenzó recopilando historietas anteriores, antes de convertirse en una publicación general que acogía otras historietas, humor escrito y comentarios de actualidad en tono jocoso.
El volumen de trabajo superó a Quinterno, y un equipo de artistas bajo su dirección se encargó del dibujo y coloreado de las historietas. Nacida como mensual, duplicó rápidamente su frecuencia de publicación, y pocos meses más tarde se editaba semanalmente.

Con una tirada de hasta 300.000 ejemplares, constituía una de las más importantes publicaciones del mercado nacional. Para fin de 1937 se publicó el primer Libro de Oro de Patoruzú, una gruesa recopilación que pasaría a formar parte de los ritos navideños durante muchos años.

El sindicato de Quinterno abordó, inspirado en sus homólogos estadounidenses, la comercialización de licencias publicitarias de la figura de Patoruzú; apareció en almanaques, juguetes, muñecos y seriales radiofónicos.

En 1942 Quinterno licenció la producción de un cortometraje de 15 minutos, Upa en apuros; dirigido por el chileno Tito Davison —un viejo puntal de la Metro Goldwyn Mayer que había coguionado Hay que educar a Niní— y dibujado por el excelente Oscar Blotta, el corto estaba dotado de una animación elegante y refinada. En él, Patoruzú rescataba a Upa de su viejo adversario, el gitano Juaniyo.

Entre 1941 y 1948 la tira se publicó en versión inglesa en el neoyorquino P. M., y en 1946 aparecieron dos números de The adventures of Patoruzú, editados por Green Publishing. A partir de 1945, las aventuras infantiles del indio —no siempre coherentes con la versión de los hechos que aparecería en la publicación clásica— cobraron un espacio propio con la publicación de Patoruzito, en la que aparecían también Isidorito Cañones y Pamperito.

El 16 de octubre de 1956 comienzan a recopilarse las historias ya aparecidas en Las grandes andanzas del indio Patoruzú, abreviado luego a Andanzas de Patoruzú. Originalmente mensual, se publicó luego quincenalmente, incluyendo episodios inéditos a partir de 1961. En estas obras, algunas dibujadas y guionadas por el mismo Quinterno, se dio un nuevo perfil físico e intelectual a Upa. Son estos los años de mayor éxito del personaje; en la década de 1960 el semanario, que contaba entre otros con Blotta, Adolfo Mazone y Conrado Nalé Roxlo en su plantilla, adoptó un formato más convencional de tabloide.


Espaciándose cada vez más las historias originales, su publicación duraría hasta 1977, cuando apareció el Nº 2045; el Libro de Oro sobreviviría un poco más, hasta 1984. Desde entonces, sólo las reimpresiones en Andanzas (y su paralelo Correrías de Patoruzito) continuaron con el personaje.

Sus apariciones televisivas o gráficas fuera de la historieta fueron escasas pero importantes en esta época; el Proceso de Reorganización Nacional lo adoptó en su gráfica. En la década de los '80 un corto de animación en el que aparecían brevemente Patoruzito y Pampero apareció en televisión para indicar el fin del horario de protección al menor en la programación televisiva. En 1992, irónicamente, el indio Patoruzú fue la mascota oficial de la conmemoración de los 500 años de la conquista de América.

Quinterno murió en 2003, pero hoy en día siguen publicándose reediciones de historietas pasadas, con pequeñas adaptaciones de moneda o personajes famosos, aunque en la vestimenta y la forma de los coches se nota que la acción transcurre en la década de 1970. Si bien el personaje no goza de la popularidad de antaño, el cacique sigue siendo uno de los máximos protagonistas de las historietas argentinas; a diferencia de sus dos principales competidores, Mafalda y Clemente, el haber sido publicado de manera independiente ha favorecido su difusión. Tampoco ningún otro personaje de historieta moderno (como El Eternauta o El cazador) goza de una fama superior a la del indio.

En el año 2003 tuvo gran éxito en el país una película animada argentina basada en Patoruzito. Su secuela vio la luz en 2006.

En noviembre de 2008 comenzó una muestra en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori de Buenos Aires titulada Patoruzú: Una revista, una época, organizada por el Museo del Dibujo y la Ilustración.



En Rosario, Argentina, el 26 de noviembre de 1932 se inaugura un busto del indio Patoruzú, en el desaparecido club Patoruzú Fútbol Club (P.F.C., Campo de Deportes: Mendoza esquina Brasil), obra del escultor Erminio Blotta (1892-1976). También en la ciudad de La Plata hay un monumento a Patoruzú en la República de los Niños, junto al de Mafalda, otra grande de la historieta argentina.


PERSONAJES:

PATORUZÚ
Héroe epónimo, la gráfica varió con la evolución de la personalidad de Patoruzú durante el primer decenio de su publicación. Del formato encorvado y corpulento en las primeras tiras adoptaría progresivamente una figura delgada, musculosa y erguida; el trazo de la caricatura recuerda en algunos aspectos a Popeye el marino, con quien comparte el húmero protuberante en la articulación del codo, los fuertes antebrazos y los pies sobredimensionados.

Sólo el cabello largo y la vincha recuerdan a los tehuelches históricos en Patoruzú.
Los rasgos caricaturescos hacen que el origen amerindio de Patoruzú se exprese sobre todo en su indumentaria; viste invariablemente un poncho de color amarillo, pantalones arremangados en la botamanga, ojotas y una vincha con una pluma recogiendo la recia cabellera negra, larga hasta los hombros. De su cinto penden un par de boleadoras, que emplea con destreza. El distintivo familiar son los superdesarrollados pulgares de los pies y una enorme nariz, fuente de constantes bromas; convencido de su fealdad, Patoruzú se ve fácilmente desarmado ante los personajes femeninos.

Patoruzú es poseedor de una fuerza y agilidad sobrenaturales, explicadas contradictoria e independientemente como herencia familiar, el resultado de una privilegiada alimentación infantil o, de acuerdo al propio Patoruzú, efecto de un saludable régimen de baños termales. Patoruzú resuelve con frecuencia sus problemas acudiendo a la pura fuerza física. Es capaz también de correr a enormes velocidades —se lo ha visto patear un centro y cabecearlo él mismo en un partido de fútbol— y cuenta con un prodigioso sentido de la orientación, y un olfato de agudeza animal. Gracias a ello, se arroja impulsiva y descuidadamente en el peligro, y sale airoso la mayoría de las veces.

Definitoria desde sus inicios es la ingenuidad del indio, criado en la Patagonia al abrigo de las sofisticadas tentaciones de la gran ciudad; riquísimo, pone su fortuna al servicio de quien la necesite —sin que esto produzca jamás mella alguna en su importe— y es por lo tanto blanco de toda clase de estafadores y tramposo que intentan abusar de ello. Tan sobrenatural como su fuerza es su integridad; aunque tarde en percibir los engaños, una vez descubiertos persigue a los culpables con una intensidad avasallante, y coopera con frecuencia con la policía.

Aunque las historias iniciales diesen otra versión, en la definitiva Patoruzú posee estancias de incalculable extensión en la Patagonia; divide su tiempo entre ellas y su vivienda porteña, a la que se ve atado por su sentido de la responsabilidad hacia su padrino Isidoro. La singular circunstancia de que un tehuelche —una etnia virtualmente exterminada por la campaña del Desierto emprendida a fines del siglo XIX por el general Julio Argentino Roca, que los privó de sus tierras— sea a la vez un rico estanciero carece de explicación en la historia. Quinterno, reticente a las entrevistas, sólo explicó en 1931 que después de haber estudiado la psicología de los indios que sobreviven en el país (...) me interesó especialmente el más bonachón e ingenuo.

Pero es la auténtica personificación del valor, simboliza cuanto de excelso puede contener el alma humana, y en él se conjugan todas las virtudes inalcanzables para el común de los mortales. Es el hombre perfecto dentro de la imperfección humana
Entrevista a Dante Quinterno, revista Aconcagua

Así como la condición india de Patoruzú es sólo un ardid retórico para oponer lo autóctono a lo extranjero —Quinterno era un férreo conservador, opuesto a los movimientos sociales que la inmigración había importado a comienzos del siglo XX—, tampoco cala muy hondo en su linaje. En una historieta de 1936, El Águila de Oro, recogida luego en el tercer volumen de las Andanzas, se revela que Patoruzú es el último descendiente de la dinastía de los Patoruzek, una dinastía faraónica egipcia llegada a América en la época precolombina. Patoruzek I y Patora la tuerta, princesa de Napata, de origen atlante serían sus remotos ancestros, transmitiéndose sus nombres de generación en generación.

El argot de Patoruzú es uno de sus rasgos más distintivamente campesinos, y se aparta marcadamente del estándar rioplatense. No es, sin embargo, particularmente realista; toma sus términos indistintamente del norte, el oeste y el sur del país, y en algunos casos hasta del lunfardo traído a Buenos Aires por los inmigrantes. Entre los más conocidos de sus términos se encuentran:

¡Ahijuna!
Interjección que apocopa ¡Ah, hijo de una...! sobreentendiéndose el insulto a la madre. La elisión de la /d/ y la desaparición del hiato son típicas del habla del interior de la Argentina, donde la influencia de los dialectos peninsulares ha sido más perdurable que en el habla porteña.

Amalaya
Del quechua, "quiera Dios" o "así sea". En el peculiar dialecto de Patoruzú, se usa para denotar sorpresa.

Canejo
Lunfardo, deformación eufemística de "carajo".

Chei
Del mapudungun che, "gente", el mismo origen que el lunfardo "che".

Conchabo
Arcaísmo del español americano, "acordar, especialmente en secreto". En Argentina tiene a veces el uso de concertar un trabajo. Posiblemente del latín conclavari, "encerrarse bajo llave".

Fiero
Feo. Metaplasmo que une la fealdad con la fiereza de la bestia salvaje.

Gurí, -sa
Del guaraní, "niño" o "joven".

¡Huija!
Interjección de origen desconocido, empleada para arrear el ganado. Patoruzú la usa como exclamación de alegría.

Jue' pucha
Apócope de hijo de pucha, mostrando la misma tendencia antihiática ya mencionada.

Mandinga
Uno de los pocos vocablos de origen africano constatado en el lunfardo, los malé o mandinga eran una tribu sudanesa apreciada por los tratantes de esclavos por su fiereza y fuerza física. Con mezclados admiración y desprecio, el lunfardo usa su nombre para mentar al diablo.

Patacones
Arcaísmo por dinero; era el nombre de la moneda de plata de una onza en la época colonial.

Po
Apócope de pues, usado como muletilla, una práctica frecuente en el español patagónico y chileno.

Sotreta
"Bribón" o "rufián", por extensión de su sentido original de caballo inútil o de mala intención.

Tata
"Padre", del quechua.



ISIDORO CAÑONES
Último vestigio de la dependencia inicial de Patoruzú de Gil Contento y Julián de Montepío, Isidoro Cañones es el otro personaje de duradera fama creado por Quinterno. Padrino de Patoruzú —en un sentido figurado, probablemente, ya que parece mayor que el indio— aparece por primera vez como propietario de un circo, donde Patoruzú derrota a su luchador estrella. Con el correr del tiempo, se fijará su identidad; Isidoro es la contraparte urbana, sibarita y holgazana del indio bonachón e íntegro, y las tretas que elabora para vivir de su fortuna son uno de los principales motores del desarrollo dramático.

Aunque no son desdeñables las diferencias entre el Isidoro que acompaña a Patoruzú y el que lograría eventualmente una tira propia —Locuras de Isidoro—, el núcleo del personaje es el mismo. Isidoro Cañones es un joven de buena familia, sobrino del aristocrático coronel Urbano Cañones, en cuya mansión vive haciendo lo posible por evitar conseguir un empleo estable y mantener sin embargo su lujoso tren de vida. Vestido con la mayor elegancia —traje, camisa y corbata o, escandaloso modernismo para la época, polera— el cabello rigurosamente engominado y la nariz y las mejillas siempre enrojecidas por el alcohol, Isidoro intenta sufragar sus gastos descubriendo la manera de hacer saltar la banca en los casinos marplatenses o el hipódromo de Palermo. La fortuna de su tío —en las Locuras— o la de Patoruzú —en las Andanzas— son el fondo al que acude para costear sus infructuosos intentos.

Moralmente, Isidoro es radicalmente opuesto al indio; no sólo es haragán y vividor, sino además miedoso a más no poder, enclenque y desconfiado. En humorística antífrasis, los intentos de su ahijado por lograr que Isidoro tome el buen camino son tan insistentes como estériles; sin embargo, su suspicacia y mundanidad desvelan las más de las veces las trampas en las que, sin él, el indio hubiera caído. Es célebre su odio hacia Patora, la hermana del indio, de cuyos requerimientos amorosos escapa constantemente.



En 1968, Isidoro tuvo su propia revista; la iniciativa fue del grupo de colaboradores que integraban Tomás Sanz, Tulio Lovato, Mariano Juliá y Jorge Faruk Palacio, que debieron vencer la reticencia inicial de Quinterno.
En ella, al coronel Cañones se sumó un círculo de elegantes militares alegóricamente nombrados —el capitán Metralla, el general Bazooka— y sobre todo la sobrina de este último, apodada Cachorra, compañera de Isidoro en sus más alocadas aventuras. Se incorporó también el valet Manuel, que defendía a Isidoro de las iras de su tío. El Isidoro de las Locuras es más exitoso y gentil, aunque no más honrado, que el que acompañaba a Patoruzú; su descripción de la vida de la elite porteña —las boîtes espejadas y tapizadas de imitación de leopardo, cuyo paradigma era la histórica Mau Mau, el scotch importado, las escapadas a Mar del Plata o excepcionalmente a Europa, las fiestas en casa de smoking y corbata de moño— ha envejecido tanto o más que cualquier otro referente de la historieta, pero constituye un documento histórico singular.



PATORUZITO
La versión infantil del cacique apareció en escena a finales de 1945, con su propia revista, orientada a un público paralelamente más joven que el de Patoruzú. Violando el canon que los primeros números de la versión adulta habían establecido, en Patoruzito el joven indio habita en su estancia patagónica, acompañado de la versión también infantil de Isidoro.

La gráfica de la serie siguió la línea marcada por Quinterno, pero éste raramente lo dibujó, salvo en las atractivas y coloridas portadas. El desarrollo del personaje correspondió al binomio formado por el dibujante Tulio Lovato y el guionista Mirco Repetto, responsables también de otras de las historietas de la revista. Vestido igual que en su versión adulta, Patoruzito carece sin embargo de la desmesurada nariz de éste, y comparte sólo a medias su carácter; es fuerte, arrojado y generoso, pero mucho más ingenioso y astuto que su contraparte.
Las tramas se ajustaban a este cambio; se centraban en la defensa que Patoruzito hacía de las tierras heredadas de los Patoruzek, frente a una variada cohorte de estafadores y ladrones. La figura de Isidorito tenía también, en consecuencia, otra función; no aconseja al indio desde su desconfianza, sino que lo mete en problemas por su cobardía, vanidad y egoísmo. Anticipa, eso sí, los vicios de bon vivant de su versión adulta, aficionado desde temprano al tabaco, el alcohol y el juego.

En un entorno limitado a la Patagonia, muchos de los personajes de la tira principal aparecen también en esta; Upa, como bebé, figura ocasionalmente, y tanto Ñancul como la Chacha están ya al frente de la estancia. Urbano Cañones —aún capitán, y en servicio activo— hace a veces su aparición, vistiendo un anticuado uniforme con un diseño anterior a la Primera Guerra Mundial. Los anacronismos son sin embargo frecuentes, con aviones de pasajeros y otros artefactos modernos adornando las páginas de la revista. El medio de locomoción preferido por Patoruzito es, sin embargo, Pamperito, reducido en años pero no en fiereza.

Propios en exclusiva de esta versión son los dos recurrentes villanos, el tramposo brujo Chiquizuel —otro indio, ladino y esquivo, que codicia las tierras de los Patoruzek— y su nieto Chupamiel, un niño inútil y holgazán para el que el viejo quiere el cacicazgo de estos.

Las historietas de Patoruzito ocupaban la página central de la revista, acabando invariablemente con una situación de suspenso y la leyenda Continuará, según el molde de los seriales americanos. A partir de 1957 comenzaron a recogerse en el mensuario Correrías de Patoruzito, paralelo a las Andanzas y las Locuras; este sigue publicándose, reimprimiendo historias antiguas.


UPA
Aunque aparece como bebé durante las correrías de Patoruzito, la historia de Upa, hermano menor del cacique, es más triste y singular en la versión adulta. Nacido sietemesino, y privado de los rasgos atávicos de los Patoruzek —la fuerza sobrehumana, los pulgares desmedidos, y sobre todo el vibrante grito de ¡Huija! proferido al ver la luz—, su padre lo encierra en una cueva para preservar el honor de la familia. Es inexplicable cómo sobrevive en esta hasta que su hermano mayor, ya adulto, lo descubre allí y lo lleva consigo a la ciudad.

En sus primeras apariciones, Upa es simplemente un gigante de barriga enorme y pocas luces, que repite incansablemente turulú como única expresión. Irá cobrando más entidad y educación en tiras posteriores, y en las definitivas es ya alumno de educación secundaria, aunque no ha abandonado los pañales ni la afición por la leche; posee también algún vestigio de la fuerza de los Patoruzek, aunque limitada a proporcionar panzazos a sus oponentes. Es ingenuo, aunque no tanto como su hermano, y tímido en extremo; habla con alguna dificultad, y es cómplice de Isidoro en algunas de sus estratagemas, aunque su rectitud lo hace desistir de ellas en cuanto los verdaderos propósitos de éste se hacen patentes.

El nombre de Upa viene de la interjección empleada por los niños pequeños para pedir que los tomen en brazos.



PATORA
La historia de Patora es poco menos truculenta que la de Upa; los hermanos la creían muerta en su niñez, contagiada de viruela en una visita a Punta Arenas, donde vivía su abuela Patora Grande. En realidad, la abuela la había conservado consigo, y enviado luego a un convento para su educación, donde había acabado su educación primaria. Aparece en escena en 1959, concluidos ya sus estudios, para estupefacción de su familia.

Apartada de los hombres por la fuerza, su salida del convento no hizo más que despertar sus instintos románticos; Patora está obsesionada por conseguir pareja, una tarea dificultosa dada su falta de encanto físico. Enamorada de Isidoro, se enemista a muerte con éste cuando la rechaza inequívocamente, pero no tiene siempre esa lucidez para percibir cuando no es deseada.

Las apariciones de Patora en la historieta se reducen a una fórmula de comedia de enredos: se escapa del convento, Patoruzú se enoja primero con ella pero luego la perdona, se enamora perdidamente de algún rufián y luego todos deben impedir que haga alguna locura (como casarse u obligar al novio a casarse); al final, salvada la situación, se enamora de algún otro y Patoruzú la envía al convento de vuelta en avión.
Es dueña de una personalidad tan fuerte como la de su hermano mayor, por lo cual suelen pelearse, aunque siempre la sangre puede más y se reconcilian; esto no quita que Patoruzú use la fuerza para castigarla, dándole nalgadas como si fuera su padre. En su forma de hablar es característica la inexistencia del género masculino, sustituye todas los artículos "el" por "la", y siempre se refiere a los hombres de quienes se enamora como "mi tipo".


LA CHACHA
La Chacha es el ama de crianza de Patoruzú, de edad indefinible pero sin duda venerable. Dotada de una nariz no menos prominente que la del indio, lleva el cabello ralo en dos trenzas y viste vestidos de lunares recogidos para facilitarle las innúmeras tareas que desempeña en la estancia. Temperamental y viril —fuma en pipa con un empeño digno de Popeye—, tiene una conflictiva relación con Ñancul, con quien comparte el gobierno de la estancia, y no duda en golpear a los importunos; detesta a Isidoro por su holgazanería, que contrasta con su incesante actividad. Autora de empanadas magníficas, en un capítulo llega a preparar 5.000 para los festejos del casamiento de Patora, finalmente frustrado. Aparece por primera vez en 1938, poco después de Ñancul.


ÑANCUL
Ñancul —de nombre mapuche, pero aspecto criollo— es el capataz y encargado de la estancia de Patoruzú; aparece por primera vez en 1937, informando a su patrón de las novedades del campo. Robusto, bigotudo, y perpetuamente vestido a la manera gaucha —con pañuelo al cuello, bombacha de campo, rastra a la cintura y botas de potro como calzado— es incondicionalmente leal al indio, pero obstinado y corto de luces; su rivalidad con la Chacha es una constante de la historia, comportándose como un matrimonio pendenciero sin serlo. Aparece, un poco más joven, en las correrías de Patoruzito.


PAMPERO
Aparecido en 1936, Pampero es la montura adecuada para la fuerza y bravura de Patoruzú. Dos días con sus noches le insumió al indio la doma de este zaino cimarrón, hasta que la constancia de Patoruzú —que no empleó en ello apero alguno— acabó por ganarle la simpatía del animal. Este, poseedor de una excepcional inteligencia, no deja que nadie más lo monte; su intransigencia, teñida a veces de un toque de mala fe, hace fallar muchas veces los incansables intentos de Isidoro de aprovechar su velocidad en las carreras hípicas. Su versión juvenil, Pamperito, aparece ya acompañando a Patoruzito.


CORONEL CAÑONES
Urbano Cañones —capitán para cuando transcurre Patoruzito, coronel en retiro para las fechas de Patoruzú— es el tío de Isidoro Cañones, y el único personaje aparte de éste que comparten las historias de Patoruzú con las Locuras. Recuerda en su gráfica a su contemporáneo Pablo Morsa, de las aventuras del Pájaro Loco. Calvo, de enormes cejas e impecablemente trajeado cuando no está de uniforme, el coronel es la contrapartida absoluta de su sobrino y próximo en buena medida al mismo Patoruzú: es recto, nacionalista, austero y rico. Busca infructuosa pero constantemente enderezar los hábitos de Isidoro, al que apostrofa con vehemencia.
Su presencia en Patoruzú es el único recuerdo de la conquista del Desierto, por la cual los militares fueron en mucho tiempo la gran mayoría de la población blanca en la región. Lo que se transforma en una gran paradoja, debido a que Quinterno lo presenta como amigo de Patoruzú, representante de los pueblos originarios americanos.


ENEMIGOS
Patoruzú tiene pocos enemigos fijos; entre los pocos recurrentes están el gitano Juaniyo (luchador en el circo en el que se conocen Isidoro y Patoruzú, en la tercera versión de la serie) y el mismo demonio, que suele perder la paciencia ante la inmensidad de obras de bien que realiza el cacique.

Sin embargo, identificar a los malvados rara vez ofrece dificultad; como siguiendo los dictámenes de la frenología y las teorías lombrosianas, las características físicas de los personajes reflejan invariablemente su psique. Casi invariablemente nutren sus filas los diferentes extranjeros que aparecen en la historieta, un rasgo de estereotipificación xenofóbica sistemático en la obra de Quinterno. Además del gitano, los villanos de El Águila de Oro (presididos por un multimillonario e innominado hindú, al que acompañan el japonés Miko, un negro apodado el honorable John, o el pirata Puro Brazo) ejemplifican esta tendencia. Los judíos —avaros, conspiratorios y desleales; es recurrente Popof, que presta dinero a interés usurario a Isidoro— son también un blanco favorito, al igual que los turcos y los chinos. Con los años, el trazo lombrosiano se matizaría introduciendo criminales de guante blanco que recogerán a los villanos a su servicio.

La extensión de las posesiones de los Patoruzek resultan incalculables; salvo que se ubican en la Patagonia, poco podemos saber de ellas.
En los paisaje patagónico en la provincia de Santa Cruz; la hipotética estancia de los Patoruzek no debería estar muy lejos.
Algunos datos permiten especular sobre la misma: contiene pozos petroleros, lo que la ubica entre las provincias de Neuquén y Santa Cruz; desde el casco se ve la Cordillera de los Andes, que marca la frontera con Chile; se extiende a todo lo ancho del país hasta las orillas del Océano Atlántico; no hay grandes ríos en ella, lo que hace pensar que no se extiende hasta la región del Alto Valle, en Neuquén o Río Negro, donde las estancias son menores y la hidrografía más caudalosa. Parecería entonces confinada al extremo sur del país, dedicada sobre todo a la cría de ovejas.

Fontanarrosa dá una respuesta a la pregunta de dónde sacó tanta riqueza el indio devenido estanciero- "Ocurre que los indios, simplemente, fueron desde siempre los dueños de la tierra ".

Aunque fascinado por el aparato civilizatorio de la gran ciudad, Patoruzú vuelve a ella a buscar la frescura y la integridad de la gente de campo, la fuente noble de la identidad nacional en el ideario de Quinterno.


EL TATA Y LA MADRE
La madre de Patoruzú —llamada Patora, como todas las mujeres de la familia desde la princesa de Napata que diera origen a la dinastía— murió después de dar a luz a su tercer vástago, Patora, y no aparece en la historieta. El padre, Patoruzek, falleció también antes de los eventos que relata Patoruzito; suele aparecer muy orondo en cuadros, o participando en flashbacks, donde se lo muestra como un valiente cacique que dirigió correctamente a su pueblo.


PATORUZÚ Y LA POLÍTICA

Los años 1970 vieron el auge de una lectura política Patoruzú, que hizo pie precisamente en la ausencia de lo político en la historia. La permanente trama de enredos monetarios, secuestros y robos hace de la policía una aparición frecuente en las historias del indio, pero el trasfondo político —a diferencia de Mafalda, abiertamente politizada— raras veces cobró protagonismo.

No siempre fue así; apenas inaugurado el personaje, la tira publicada en La Razón el 12 de octubre de 1930 celebraba el golpe de estado por el que José Félix Uriburu había derrocado a Hipólito Yrigoyen un mes antes comentando en la voz de Julián de Montepío:

Todo argentino que lleve sangre de patriotismo en las venas no debe faltar a la magna cita; hoy, todo argentino debe concurrir a presenciar el desfile de los ínclitos milicos que nos salvaron de la tiranía oficialista.
No era ajena a esta oposición la inveterada reticencia de Quinterno a todo lo extranjero, manifestada también en la descripción de los villanos. Patoruzú mostraría la unidad de ambas características escribiendo a su paisano el cacique Panza'e Agua ¡Si se habrán creído estos ceveliazos [civiles, N. del E.] que ansina somos como ellos!, y ¡las veces que gritaría a tuito pulmón que nosotros somos los verdaderos dueños el país!.

La ambivalencia política de Quinterno se transmitió al personaje; cuando comenzó a publicarse la revista Patoruzú, en 1936, el indio hizo brevemente de vocero de su ideario en la sección llamada Quirosóficas, donde aplicaba las milenarias técnicas traídas de Egipto por los Patoruzek para leer la planta de los pies a varios personajes de la política del momento. Sorprendentemente, se alineó en las filas del Partido Socialista dando loas al político y periodista Mario Bravo, uno de los líderes junto con Lisandro de la Torre de la minoritaria pero influyente agrupación. Probablemente reflejara esto su impaciencia con el gobierno de la Década Infame antes que un vuelco duradero; coincidió con vehementes críticas al presidente Agustín Pedro Justo desde los editoriales de la revista, que lo acusaban de no ocuparse de su pueblo, y de burlas acerca de la ineficiencia y holgazanería de la clase política. En una viñeta, Patoruzú ofrece a un legislador una empanada, apostrofándolo ¡Ya que no trabajás, masticá, chei!.

Poco duraron las páginas de política, y antes de desaparecer las Quirosóficas fue perceptible una paulatina constricción al ámbito porteño; Patoruzú apoyó con ahínco la gestión del intendente Mariano de Vedia y Mitre, responsable de un vasto proyecto urbanístico.



Pero para cuando los gobiernos de la Concordancia dejaron lugar al Grupo de Oficiales Unidos y luego a Juan Domingo Perón, todos los vestigios de política se habían esfumado. Quinterno se aseguraba así no correr el destino de la revista Cascabel, cerrada por Perón por satirizar a su gobierno.

Apartado de la cuestión partidaria, sin embargo el indio siguió haciendo política a través de su férreo y cada vez más pronunciado nacionalismo. El racismo en la representación de los foráneos se ha mencionado ya más arriba; paralelo a éste corría una permanente exaltación de las virtudes de la argentinidad, sea en lo geográfico, en la dieta o la belleza de las mujeres. Por razones de este tipo Quinterno se negaría a ceder la imagen del indio para los afiches de la I Bienal Mundial de la Historieta, que el Instituto Torcuato di Tella —núcleo de las vanguardias políticas y artísticas del momento— patrocinó en Buenos Aires en 1968.

En 1976, el gobierno militar de facto lo escogió como emblema de Argentina durante un tiempo; apareció en afiches y material publicitario, cabalgando un mapa de la república. Sin embargo, desde el mismo sector militar en algún momento se lo consideró como una amenaza, ya que sus constantes dádivas a los más desprotegidos fueron vistas como una incitación al comunismo.



http://es.wikipedia.org/wiki/Patoruz%C3%BA

DANTE QUINTERNO

Dante Quinterno (Buenos Aires, 26 de octubre de 1909 - Buenos Aires, 14 de mayo de 2003) fue un creador de historietas argentino, célebre por su personaje Patoruzú.

Nació en Buenos Aires el 26 de octubre de 1909, hijo de Martín Quinterno y de Laura Raffo. Su abuelo paterno procedía del Piamonte, y en Argentina se dedicaba al cultivo y comercialización de frutales.

En 1924 comenzó a enviar sus dibujos a varios diarios porteños y en 1925 publicó su primera tira, Panitruco, en El Suplemento. Más adelante llegaron Andanzas y desventuras de Manolo Quaranta (1926); Don Fermín (después llamada Don Fierro, 1926), y Un porteño optimista (luego Las aventuras de Don Gil Contento, 1927), para diferentes diarios. En la última serie mencionada, en 1928, dio a conocer su personaje Curugua-Curuguagüigua, quien luego fue rebautizado como Patoruzú. Junto con Patoruzú aparecieron otros personajes como Isidoro Cañones y Patoruzito, quienes luego también supieron ser publicaciones independientes. Desde 1936, se transformó en una publicación independiente, que en sus mejores momentos llegaría a vender 300.000 ejemplares. Ese mismo año, el autor fundó la Editorial Dante Quinterno. Posteriormente aparecieron otras publicaciones: Patoruzito (1945), en el que colaboraron Eduardo Ferro, José Luis Salinas y Alberto Breccia entre otras figuras; Andanzas de Patoruzú (1956), Correrías de Patoruzito (1958) y Locuras de Isidoro (1968).

Quinterno inició también su carrera como animador, y el 20 de noviembre de 1942 estrenó en el cine Ambassador un cortometraje de 15 minutos de duración, Upa en apuros.

A partir de los años 50 se distanció del mundo de la historieta, dedicado a otras actividades empresariales. Había contraído matrimonio en 1938 con Rosa Schiaffino, con quien tuvo tres hijos: Dante, Walter y Mónica. Falleció en la ciudad de Buenos Aires el 14 de mayo de 2003.




Datos e imágenes tomados de Internet




Casualmente encontré el video de "Upa en apuros" en You Tube, y decidí compartirlo con ustedes, como también datos de los personajes de la historieta y su autor, de los cuales muchos desconocía.
Espero que les guste.
Es mi homenaje para ese indio tehuelche, noble y bonachón, creado por Dante Quinterno, que alegró tantas horas de mi infancia.



Datos e imágenes tomados de Internet

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29 de Abril

Coincide la fecha de esta entrada con el "Día del animal" y quise retratar a mis mascotas para la posteridad, pero el solcito mañanero parece que les da sueño y no quisieron posar con gracia.

Sólo conseguí un bostezo y algo de indiferencia...de todos modos, aquí presento a Pampa, Mateo y Selva, los dueños de la casa en que vivo.




Y Noel...










miércoles, 1 de abril de 2009

Dr. RAÚL RICARDO ALFONSÍN

DEMÓCRATA
PADRE DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA

12 de marzo1927-31 de marzo 2009




49.° Presidente de la Nación Argentina
10 de diciembre de 1983 – 8 de julio de 1989

Abogado, político y activista de los derechos humanos argentino

Hoy se va un Gran Hombre y nos queda un gran ejemplo de qué significa- ser un demócrata-, respetuoso de la Libertad, la Constitución y los Derechos Humanos (con mayúsculas).

Un hombre de LA PAZ.

Gracias Dr. Raúl Ricardo Alfonsín

Que en Paz descanse.